Recuerdo de infancia: El Jarabe y el mariachi
Leyendo el libro de “El Mariachi” de Jesús Jáuregui encontré un texto, que él mismo recupera de un libro de José Gómez Ugarte, que se llama “El Jarabe”. Este texto describe inmejorablemente lo que yo entiendo como la raíz y el alma de lo que tiene “el mariachi”. En esta descripción no hay lugar a dudas la realidad de la que proviene, lo alimenta y la esencia que lo mantiene.
El texto está escrito en versos octosilábicos que han sido una tradición poética de toda Latinoamérica y su folclor musical.
El Jarabe
Un recuerdo infantil en Zapotlán el grande
No morirás aunque muera
Yo, recuerdo de la infancia;
Te dejo aquí, encomendado
Al santo ángel de mi guarda
Domingo de octubre. Grupos
De rancheros en la plaza…
A un lado y a otro “los salones”
Hechos con vigas y tablas,
Y al extremo de la calle,
Donde se juntan las casas,
Un cielo en el cual las nubes
Parecen arder en llamas.
En los salones al fondo,
Sobre “morillos” las gradas,
Y sobre ellas unos hombres
Que beben, tocan y cantan.
Abajo, en el suelo, un hoyo;
Cubriendo el hoyo, una larga
Tarima a donde convergen
–haz de flechas—las miradas.
Las mujeres de rebozo
Con las puntas a la espalda,
Camisa con lentejuelas
Y enagua de olán planchada.
Los varones con sombrero
De alta copa y anchas alas,
Pantalón con reluciente
Botonadura de plata,
Y chaqueta de gamuza
Ocre encendido, bordada.
Yo, que soy chico, me agarro
A las piernas de mi “nana”
Y entre asustado y curioso
Vuelvo al “mariachi” la cara;
Miro en el arpa dos manos
Que corren como tarántulas,
Y otras manos que se mueven
Sin cesar en las guitarras.
En los violines, el arco
Incansable sube y baja
Y las bocas de los músicos
Sueltan chorros de palabras
Que vibran con el estrépito
De una tormenta en las almas.
De súbito una pareja
Se abre paso y se adelanta
A la tarima. Los vasos
Colma el “ponche” de granada,
Y son como corazones
Hipertrofiados que sangran;
El mariachi y su “valona”
Corta, y entonces las arpas
Cambian el aire, la brisa
Vuélvese cálida racha,
Y las pupilas se encienden
Y los pechos se dilatan.
Es ¡”el jarabe”! Es la copa
En donde bebe mi raza
El almíbar de sus dichos
Y la hiel de sus desgracias;
En él ha puesto Jalisco,
Ese florón de la patria,
Cantos de amor y ventura
Y alaridos de venganza.
Tiene arrullos de paloma
Reclamos de macho en brama;
Suspira como arroyuelo,
Ruge como catarata;
Sus notas vierten efluvios
Que confortan y embalsaman
O bien tósigos que enervan
Como la “ortiga escarlata”;
Porque pone el pueblo en ese
Milagroso pentagrama
–según la vida que vive,
Según el tiempo que pasa—
Todo el fuego de su sangre
Y toda el alma de su alma.
Hay gritos y palmoteos…
Inyecta el “ponche” en las caras
Carmín, y enciende en los ojos
Fulguraciones extrañas,
Que la música desgrana…
“Él”, Parece que se quiebra;
Se encoge; luego se alza
Sobre los pies (…) ambas manos
Cruza debajo de la espalda…
Sus piernas son como apéndices,
Que se cortan y se alargan:
Hacen arcos de paréntesis,
Hacen equis de tenaza,
En tanto que la bruñida
Botonadura de plata
Luce y suena con alegres
Retintines de sonaja.
“Ella” es la hembra. Rehúsa
Al macho; sobre las tablas,
Con sus pies que se deslizan
Como en un vértigo, traza
Líneas y líneas que forman
Una invisible maraña
En que el amor se revuelve
Como pájaro en la trampa.
El Palomo a la Paloma
Sigue: baja el pico, el ala
Tiende, y la “rueda”
Es un cúmulo
De apetitos y de ansias.
Y veo en el arpa las manos
Que corren como tarántulas,
Y las manos que se mueven
Sin cesar en la guitarra.
Y en medio de todo, el mágico
Imán que junta las almas (…)
Las dos cabezas muy cerca;
Ella como desmayada
Sobre el pecho jadeante
Del macho que la reclama.
Él, satisfecho, la cubre
Echándole la frazada
Encima. Súbitamente
Los dos cuerpos se separan,
Y la hembra ya vencida,
Cae al suelo arrodillada;
Se abate, dobla los brazos,
De codos sobre las tablas;
Se para el macho en las puntas
De los pies; luego levanta
La pierna; gira y describe
Con ella sobre la espalda
De la “paloma” una curva
–mejor, mientras más amplia—
Que quiere decir dominio
De la prenda conquistada.
Y los músicos entonces
Sueltan chorros de palabras
Que vibran con estrépito
De una tormenta en las almas.
Hoy que soy hombre, el recuerdo
De aquella tarde se agarra
A mí como yo a las piernas
De mi Nana me agarraba.
Y vivo con él. Si muero.
–oh, santo ángel de mi guarda—
Recógelo y acarícialo
Porque el “jarabe” es la patria
Que espera y crece; que al cielo
Vuelve los ojos y canta.
Cuatro siglos condensados
En un instante. Es la raza
con todas las desventuras,
con todas las esperanzas,
que han forjado sobre el yunque
del dolor y la desgracia,
golpe por golpe, el cerebro
¡y el corazón de la patria!
Dan ganas de pegar un grito y brindar a la salud de esta música que es eso, el recuento de 5 siglos ya!!!
Dejamos una muestra que grabamos nosotros de la versión actual del Jarabe que se le debe principalmente a los maestros don Miguél Martínez Toledano y a don José de Jesús Martínez.
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